Vacas flacas
Spanish landscape with mountains, de Dora Carrington
Hace tiempo escribí un texto que proponía el entrenamiento de ser cortés y amable cuando hay poco tiempo, porque con mucho tiempo es fácil actuar con amabilidad, pero cuando se está apurade, esa situación nos cachetea y nos pasa por arriba, y como entrenamiento es excelente el desafío de ser amable en esas circunstancias. Esta idea tiene que ver con la disponibilidad de recursos y la percepción de amenaza.
En general, una persona poderosa se mueve como si dispusiera de muchos recursos, y probablemente los tenga. Quien tiene tiempo, puede darlo. En palabras del Profesor DeRose, “mucho pierde quien nada tiene: la oportunidad de dar”. Eso se puede aplicar a todos los recursos: si yo tengo tiempo es más fácil dar mi tiempo, si tengo energía es más fácil brindarla, ídem con el dinero.
Ahora, un entrenamiento interesante es el de aprender a ejercer la generosidad aun cuando esos recursos sean escasos, o sea: si bien el que tiene más tiempo, energía, dinero, también tiene más poder de acción -y tiene sentido trabajar para conseguir esos recursos-, una consigna igualmente válida es ejercitar ese poder de acción más allá de los recursos disponibles. Una persona que está súper ocupada y que sin embargo destina un tiempo para conversar con vos, eso impresiona.
Es prudente construir un nivel de prosperidad suficiente como para estar en la situación de dar sin esperar nada a cambio, de poder contribuir con quienes nos rodean, de devolver algo al mundo en que habitamos. Pero en la espera de alcanzar prosperidad, se puede ir entrenando la generosidad con lo poco que se tiene, testear cuál es el punto en que nos amenaza la carencia. Ese límite se parece mucho menos al borde de un precipicio que al cambiante encuentro entre el río y el mar.