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El valor de la toma de decisiones


Foto por: Adi Goldstein

Sabemos que la vida es un conjunto de constantes encrucijadas. Estamos siempre frente a la necesidad de elegir el camino a seguir. Esto nos ocurre en el trabajo, en el estudio y en todos los momentos de la vida.


Podemos sintetizar diciendo que vivir es elegir. Frente a la incertidumbre y los problemas que le plantea su situación, el hombre reacciona simplemente viviendo, dice el filósofo Julián Marías en Introducción a la filosofía.


En este punto, nuestra responsabilidad consiste en concebir la importancia que tendrán en el futuro las decisiones presentes, y para ello no podemos quedarnos a la espera de que el azar nos ayude. Tenemos que buscar herramientas que nos proporcionen más capacidad, para que la certeza le gane a la incertidumbre y podamos generar alternativas previsoras sobre las cambiantes situaciones que se van a producir.


Buceando en filosofías y culturas muy antiguas, de más de cinco mil años de experiencia práctica en enfrentar diferentes situaciones, encontramos algunos conceptos y verdades atemporales que pueden darnos marcos referenciales para utilizar en nuestros desafíos.


Uno de ellos es la ley de acción y reacción, que los hindúes denominaban, en sánscrito, karma. Esta palabra, que se traduce como acción, originalmente se interpretaba como una ley natural, comparable a la ley de gravedad. Pero al ser importada a Occidente y pasar por el filtro de nuestra cultura, su significado se entendió con una connotación negativa y predominantemente mística. Así se perdió la posibilidad de comprender y utilizar uno de los mecanismos más valiosos para administrar nuestra vida y destino.


De acuerdo con lo observado y aprendido en cinco mil años de experimentación, es simple entender que tenemos en nuestras manos el 70 % de nuestro porvenir, que surge de las propias elecciones y acciones. Una antigua parábola ayuda a comprender mejor este proceso: imaginemos a un arquero que lleva sus flechas guardadas dentro del carcaj que cuelga sobre su espalda. Hasta ese momento no hay acción; el karma es pasivo, nada ocurre. A continuación, el arquero toma una de las flechas, la coloca en el arco, tensa la cuerda y apunta. En este punto existe una acción potencial, que sigue estando bajo la decisión del arquero.


En la tercera etapa lanza la flecha y ya no hay forma de volver atrás. Se desencadenarán situaciones positivas o negativas, ligadas a factores casuales y ajenos a la posibilidad de ser administrados por el arquero. Desde un golpe de viento que modifique la dirección de la flecha hasta inimaginables posibilidades que pueden surgir en esa fase.


Lo bueno es comprender que dos tercios del karma o acción están bajo control de quien lo activa. Esta parábola no constituye una experiencia matemática de precisión; es un simple llamado de atención, una comparación para comprender que tenemos la posibilidad de administrar la mayor parte de nuestro futuro. Recomiendo la lectura de Karma y dharma, transforme su vida, del escritor DeRose, para ampliar este concepto.


Te invito a que te detengas un instante y analices en qué punto te encontrás. Tal vez sea el momento indicado para cambiar el rumbo y crear ese futuro que verdaderamente desearías tener.


Hasta la próxima.

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