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Lo que no se puede enseñar


Recipiente antropomorfo precolombino


Viene primero el aprendizaje que la enseñanza. No solo más temprano en nuestra existencia, sino que es más relevante la predisposición de quien aprende que la de quien enseña. Se puede aprender de los peores docentes, si se tiene fervor por un conocimiento. Pero el docente más apasionado no podrá enseñarle nada a quien no tiene despierto el bichito de la inquietud.


En las instituciones de enseñanza vemos mayoritariamente gente en la primera mitad de la vida. Después de ese momento, o se deja de creer que esas instituciones sean las portadoras del conocimiento por excelencia, lo cual habilita la exploración de otros espacios, o se abandona la disposición al aprendizaje con una mezcla de justificaciones relacionadas con la culpa, porque ese tiempo en la adultez está predestinado a la actividad de generar ingresos, y la educación cuesta.


La torpeza de los comienzos, fase insoslayable de cualquier proceso de adquisición de conocimiento práctico, se ve diferente en cada fase de la vida. Está aceptado que la infancia sea el momento de cometer abundantes “errores”. La pubertad y la adolescencia llegan con menos paciencia, pero aún con bastante margen para la prueba. Ensayar algunas cosas en la temprana adultez aún es posible. Después de eso, tan sólo unas pocas personas soportan el precio que se paga para seguir experimentando.


Ellas usan diversas tácticas: hay quienes se construyen una armadura para desviar los embates del juicio ajeno. Están las que se escabullen como agua de tal forma que no es posible encasillarlas, cuando querés emitir opinión sobre lo que hacen ya no lo están haciendo. Hay personas que te incendian con la presencia: su mejor defensa es el ataque (se ahorran el juicio y la pregunta incómoda, aunque se las juzgue en su ausencia).


Existen algunas cosas que no pueden enseñarse, sólo aprenderse. Es muy claro esto cuando se ve a alguien haciendo sus primeros intentos de gatear o de caminar. ¿Cómo aprende? Ciertamente no tiene nada que ver con nuestras tentativas de dar instrucciones y apoyo, como máximo podemos ahorrarle algunas caídas. Vivir y respirar unos días en una ciudad con una lengua desconocida enseña más que la formalidad de una clase sobre esa misma lengua.


Esto es lo que estamos pensando cuando decimos que nuestra cultura, el DeROSE Method, se enseña en la convivencia, por el ejemplo. Esto pensamos cuando hacemos una juntada, un almuerzo, una fiesta. Pensamos mucho más en despertar el bichito de la inquietud que en vivir repitiendo fórmulas a las que únicamente puede dar sentido quien es (o se vuelve) un receptáculo propicio para el conocimiento.


Yael Barcesat

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