Renacentistas contemporáneos
De la serie Superflamencos, de Sacha Goldberger
El ideal de hombre renacentista era polímata, es decir que no se dedicaba a una sola cosa: la ciencia, el arte, la filosofía, la tecnología, entre otros campos de conocimiento, se entrelazaban en su quehacer descubridor. Imposible no mencionar a Leonardo Da Vinci como exponente de esa tendencia.
Los límites entre las diversas áreas, que hoy están bien definidos por los programas de estudio, no existían. ¡Cuán liberador suena eso al momento de definir a qué se dedica uno!
Hay una opción en las redes sociales para definir el status amoroso que es, por lo menos, sugestiva: “es complicado”. No sé si es casual o signo de los tiempos, pero últimamente uno cada vez que converso con otro sobre su profesión, siento que ronda por ahí la categoría “es complicado”, como si hoy en día todo fuese difícil de encasillar, no sólo las relaciones afectivas. Sos algo freelancer pero también tenés un empleo en tal lugar y estudiás para ser otra cosa que algún día tal vez termines siendo o tal vez cambies en el medio porque también te gusta… Y lo que me resulta realmente sorprendente es que esto también sucede con la gente de arriba de sesenta años: mi papá inauguró una nueva profesión a esa altura de la vida en que uno imagina que todo empieza a acomodarse en un almohadón agradable, en que las pasiones empiezan a ceder terreno a la tranquilidad. Nada de eso.
Estamos de acuerdo en que la vida se alarga, y por ende los cambios continúan ocurriendo hasta edades más avanzadas. Pero la vida también parece ensancharse, la cantidad de profesiones, estudios, inquietudes, pasiones que conseguimos administrar en simultáneo aumentó recientemente, como tantas otras cosas, de manera exponencial.
¿Volveremos a ser polímatas, como el hombre renacentista? La clasificación en disciplinas es, comparativamente, poco importante. Somos estudiantes de problemas, no de disciplinas. Karl Popper, Conjeturas y refutaciones.