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La lección del niño que arregló el mundo

  • Edgardo Caramella
  • 25 mar
  • 2 Min. de lectura


Por Edgardo Caramella


Cuenta una historia que en la redacción de un diario, había un periodista muy talentoso que tenía la tarea de escribir columnas sobre temas diferentes, atractivos y que generaran en los lectores momentos de análisis y reflexiones constructivas.


Un día, su director, impactado por la cantidad de noticias poco felices, le encomendó la tarea de escribir un artículo sobre cómo mejorar o arreglar el mundo. Una nota que estimulara positivamente a los lectores.


El periodista aceptó él encargue. Como tenía tres días de plazo para entregar el artículo, confió en su talento y decidió utilizar los primeros dos días para descansar.

En la tarde del tercer día, decidió abocarse a la tarea. Se sentó frente a su escritorio y comenzó a escribir palabras sueltas y frases en un cuaderno, sin que surgiera la inspiración necesaria.


Tomó un antiguo mapamundi, lo colocó sobre el escritorio y comenzó a observarlo con atención, como si en él estuviera la respuesta que buscaba. ¿Cómo arreglar el mundo?… se preguntaba una y otra vez. El tiempo pasaba, el plazo para la entrega se extinguía, la respuesta no llegaba y su estrés crecía en forma proporcional.


Mientras cavilaba sobre la respuesta a su pregunta, se abrió la puerta de su oficina y apareció su hijo. Un pequeño de 10 años, que con ansiedad le pidió ayuda para terminar sus tareas escolares. El periodista le pidió calma. Le explicó que tenía trabajo que hacer y que por ahora no podía ayudarlo.


El niño no quedó satisfecho y reclamó con tanta insistencia que finalmente el padre tuvo una idea para calmarlo. Tomó el mapamundi que tenía sobre su mesa de trabajo, lo cortó en varios trozos y se los entregó al niño mientras le decía: Hijo, te propongo el siguiente juego. Vas a ir a tu cuarto, armarás nuevamente el mapamundi como si fuera un rompecabezas y cuando lo tengas listo, yo prometo ayudarte en tu tarea. El niño aceptó y fue directamente a su cuarto para cumplir con el compromiso asumido, dejando a su padre ensimismado en su trabajo. A los pocos minutos, el niño entró corriendo en la habitación, diciéndole a su padre que ya lo había logrado y en tanto daba saltos de alegría, le mostraba el mapamundi que había reconstruido, pegando las partes con cinta transparente. El hombre, oscilando entre el orgullo y la duda, tomó el mapamundi, lo colocó sobre el escritorio y con cara de sorpresa le preguntó al niño como lo había logrado en tan poco tiempo. De inmediato, y con la simpleza que suelen tener los niños le dijo: Papi, fue muy fácil. Vos no te habías dado cuenta de que detrás de la lámina, estaba la figura de un hombre. Yo arreglé al hombre y de esa forma arreglé el mundo.


Esta historia nos enfrenta a la necesidad de reconocer que el más grande aporte que podemos hacer al mundo es cumplir con nuestras responsabilidades de la mejor manera posible, con entusiasmo, alegría y sentido solidario, siendo conscientes de que cada cosa que hagamos o dejemos de hacer, de alguna forma, tendrá consecuencias en nuestro presente y en las generaciones futuras.


Como lo sintetiza Eduardo Galeano en la frase que se le atribuye: “mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo.”

 
 
 

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