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La cosa por la cosa



Esculturas de Igor Mitoraj en Pompeya


Hay una gran potencia en hacer las cosas porque dan ganas, sin intenciones indirectas, sin esperar de las cosas que produzcan un determinado efecto, sin buscar beneficios.


Me desperté porque había dejado la cortina abierta y el sol me dio de lleno en los ojos. Me levanté porque tenía muchas ganas de ir al baño. Me bañé porque quería sentir el agua corriendo por mi cuerpo, primero muy caliente y después helada. Mi primera sonrisa fue después del agua helada, cuando el chorro paró y sentí la sangre burbujeando adentro. Me lavé los dientes para sentir la boca fresca. Tomé agua porque me dio sed. Me puse a practicar porque el sol estaba radiante en mi ventana y quería respirarlo con todos los poros. Después me preparé un mate para abrir la computadora y ver si tenía asuntos por atender porque me agarró curiosidad. Al cabo de un rato me puse a estudiar porque no podía dejar de sentir la presencia del libro que me provocaba ahí al lado. Y así continuó mi día: tuve algunos compromisos, pero hice todo lo posible para llegar hasta ellos con la flor de mis ganas (a veces no lo conseguí).


Hacer las cosas por las cosas mismas puede ser una gran manera de estar en el presente. No es verdad que soy disciplinada porque me conviene en pos de conquistar un objetivo. No siempre fui así, es verdad. Pero a la hora de preguntarme qué hice para llegar ahí, para compartirlo con otres, me cuido muy bien de hacer la lista de beneficios derivados de la disciplina. La calentura es insoslayable.


Cuando te acercás a alguien o algo que te calienta (en el amplísimo sentido de esta palabra: calentar puede ser imantar, intrigar, producir admiración, inspirar…), no estás pensando en lo que vas a obtener a cambio. O sí, pero hay un futuro inmediato que busca actualizarse: querés la proximidad por la proximidad misma. Y eso te trae de lleno a la intensidad del presente. Te caés en la actividad desfondando todos los reparos que hoy llamamos procrastinación.


A la pregunta sobre cómo hacer algo, de dónde sacar esa fuerza de voluntad, le antecede otra más candente, seguramente más incómoda: ¿realmente te calienta?

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