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Sistemas en tránsito


El jardín deshabitado, de José Manuel Ballester

Donde me encuentro ahora hay cuarentena pero no hay balcón. Me siento en el alféizar de la ventana, un lugar jamás usado por este cuerpo, palabra estrenada hoy mismo en mi vocabulario. Habitamos y nombramos, vamos en busca de la palabra cuando hacemos uso de la cosa. Y como escribe Preciado, cuando damos un uso disidente a los elementos constitutivos de un sistema podemos transformarlo desde adentro.

El sistema llamado casa se transforma con los usos que le damos en estos días. Probablemente el baño ya era lugar de lectura y chequeo de dispositivos varios; en algunos casos, capullo que preserva del desgaste de la convivencia. Pero el alféizar nunca había desplazado a las macetas para darme la bienvenida como habitante regular. Y ahora que lo habito y lo nombro, siento como si hubiera descubierto un ambiente oculto en mi propio hogar.

Últimamente, converso cotidianamente con personas con las que hablaba mucho menos. Nos hacemos compañía a la distancia, nos cuidamos de manera remota. Perduran los reflejos del vínculo tal como existía antes de la cuarentena, pero hay un cambio puesto en marcha. No significa que las cosas no puedan volver a ser como eran antes, que no vayamos a tender el manto de la inercia cuando la salida al mundo se produzca nuevamente, pero el ejercicio de prácticas diferentes vitaliza el vínculo, muestra otros costados.

Me rebelo contra el disgusto, o en algunos casos el embelesamiento, que resurgen una y otra vez cuando encontramos nuestro rostro en la cámara. Antes de que se instale ese reflejo (juzgarse desagradable o apetecible termina siendo igualmente chato, aunque prefiera lo segundo), pruebo restringir los sentidos, hablar por teléfono, limitar aún más, hablar por walkie-talkie, cuya versión moderna es el mensaje de audio. Un uso disidente de los sistemas de telecomunicación empieza por reducirlos. También tiene su efecto estar callada frente a la cámara, compartir el silencio con otras personas, hacernos compañía, ganarle a la ausencia sin necesidad de apuntarle con artillería pesada.

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