Innovación
Estatua de Shiva Shankara arrasada por la inundación de Uttarakhand
Es siempre lo incómodo que pide la innovación. La ausencia de un suelo estable, que demanda construir en situación precaria. Y en ese momento aparece la pregunta: ¿cómo no lo pensamos antes? ¿hacía falta esperar hasta la crisis? La imagen que me viene es de las películas aventurescas tipo Indiana Jones, en que sólo se abre la compuerta cuando el agua está llegando a la nariz.
Se siente tan hermoso estar en tierra firme como en un mar embravecido cuando estamos compartiendo el barco con otres. Las relaciones también sacan lo mejor de sí cuando el entorno es hostil. Se elimina lo superfluo y queda lo que realmente importa, el tuétano de un vínculo. Puede que esa esencia se revele más rica o más pobre, pero al menos es auténtica y permite conocer el valor de ese vínculo.
Instalarse en un lugar, sobrellevar la tempestad, tomar sol cuando asome (siempre asoma después de cierto tiempo). Atravesar el terremoto danzando sobre los escombros, elevarse por los aires y volver a hacer pie en un suelo destruido, o renovado, depende del punto de vista.
Shiva es el arquetipo hindú de la destrucción, pero también de la renovación. Nietzsche dice por la boca de Zaratustra que hay que destruir para crear: “¡Ved los creyentes de todas las creencias! ¿A quién es al que más odian? Al que rompe sus tablas de valores, al quebrantador, al infractor: pero ése es el creador.”
Aceptémoslo, dejemos que suceda, y pongámonos a trabajar para hacer que el futuro llegue.