top of page

El sentido del movimiento


Sin título, de Cy Twombly

Cuando tenés una ocupación, las pre-ocupaciones acerca del sentido se apaciguan. Lo mediato cede paso a lo inmediato, y el sentido nunca es urgente. Esa moneda tiene dos caras, claro: por un lado, es agradable postergar esa mirada al espejo de la incertidumbre, ese estar frente a la necesidad de respuestas sin saber siquiera dónde empezar a buscar; por otro lado, silbar bajito y distraerse no disuelve la preocupación para siempre.

Entregarse de lleno a la tarea de encontrar sentido no siempre implica mirar a los ojos al monstruo. Se puede comprender la esencia profunda de una actividad abocándose con amor a escarbar apenas la superficie. Cuando hago eso, me siento lanzada al centro de la existencia, donde nada es contingente.

¿Qué define que haya o no sentido en nuestros actos cotidianos? Tal vez no sea la relevancia de la actividad sino el grado de entrega. Obviamente, no consigo entregarme con la misma pasión a cualquier actividad. Busco las que me provocan, pero también acepto muchas de las que vienen aparejadas. Para mí, el acto de enseñar rebalsa sentido, y si para eso preciso aprender, estudiar, dejar de salir una noche, dormir menos, comer menos… en fin, todas estas necesidades que conducen al resultado final de poder enseñar están bañadas del sentido que derrama sobre ellas el objetivo final. Pero esto sucede hoy con la enseñanza, mañana puede cambiar.

Me encuentro a veces preguntándome por qué y para qué, y si no llego a una respuesta fácil, hago de todo menos parar. Autómata me dirán, sonámbula. Pero si dejo de soplar mi propia vela en el medio del océano me aburro y me canso más que si sigo en movimiento. Es posible que el propio movimiento sea sentido.

Entradas destacadas
Entradas recientes
bottom of page