Combustible
Round balance, de Tanya Preminger
Hay gente que te saca las ideas afuera. Y en realidad eso pasa con todo, con las palabras, con los pensamientos, con el cuerpo, con las emociones. Tendemos a la comunión, buscamos encontrarnos a mitad de camino, y en esa mitad se da el juego que recuerda el cortejo y el intercambio sexual, en el cual nunca hay un encaje perfecto. Esa imperfección es lo que permite la continuidad del juego y de la búsqueda.
Cuando armás un rompecabezas te das por satisfeche en el momento en que las piezas se unen formando entre todas una imagen. ¿Cuándo llega la satisfacción del amor y del deseo? Una muy intensa, siempre efímera, se da en la expectativa de la realización. Cuando sabés que va a suceder, y podés festejar por anticipado, aunque después sobrevengan la desilusión o el desencuentro. La previa de la consumación es un gran momento.
El combustible de ese día es la anticipación del placer. Podés hacer de todo con eso. Incluso puede que el final del día llegue con la frustración del encuentro tan anhelado, pero no importa, porque su aroma ya fertilizó cada hora y cada minuto. ¿No importa?
En el presente lo más importante es la concreción del encuentro. En el futuro, cuando te acuerdes de esa noche cancelada, es posible que la memoria del día haya sido engullida por la negrura. Sin embargo puede pasar exactamente lo contrario: que en el futuro te acuerdes de ese día hermoso, en que hiciste que todo brille, un día preñado con la expectativa de la noche ya asegurada (aunque no)… y que el fin inesperado de esa jornada quede para siempre en el olvido.
Las sensaciones que preceden a los hechos, que los acompañan, que los secundan, son tan vivibles como los hechos en sí. No es menos real (y es más fácil de alimentar) la felicidad que ignora las previsiones, que aquella otra que tiene los pies pegados a la tierra, que se alimenta apenas de la constatación de sus expectativas.