Desatar la libertad
Plight, de Joseph Beuys
¿Se puede adiestrar la sexualidad? ¿Es posible sistematizar un estudio práctico en esa área sin coartar algo que se quiere libre?
No nos hacemos la misma pregunta con otras áreas en que la sensibilidad humana aparece: para improvisar y llegar a “sentirse libre” en la danza, en la música, en la escritura, es clave tener recursos. Instrucciones, consignas, herramientas... Sin ellos uno termina haciendo siempre lo mismo, dando vueltas en círculos.
El conocimiento mueve. Permite salir del círculo e ir hacia otros espacios. La identificación con quienes enseñan facilita ese traslado, que es casi una salida de las casillas habituales. Es curioso que la expresión “salirse de las casillas” alude al enojo, al estallido emocional, como si no fuera posible ese movimiento sin producir alto bardo. La salida a la que me refiero consiste en visitar paisajes menos habituales de une misme, como cuando estas de paseo y vas a un lugar que no está en las guías de viajero, revelado con suerte gracias a la data específica que un amigo te pasó, o a lecturas que hiciste cuando no estabas pensando específicamente en hacer ese recorrido...
La sexualidad padece un mal que probablemente se haya contagiado del amor: la vemos como un misterio, un capricho, algo sobre lo cual no podemos incidir. El terreno de los gustos. Y consideramos que investigar o buscar ensanchar ese espectro de preferencias es como querer domesticar el aire. ¡Pero lo hicimos! Como seres humanes hemos aprendido a usar el aire para calentar, para enfriar, para volar... el temor a arruinar lo supuestamente natural a través de la investigación me parece tan naif como pensar que los sistemas son el enemigo de la libertad. A veces, solo gracias a un sistema se puede desatar la libertad.