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La madre de las revoluciones, parte IV


Day 280, de Maria-Maria Acha Kutscher

Formemos un cúmulo de almas en busca de algo que precisamos ejercitar para imaginar. En este caso viene antes el cuerpo que el pensamiento. Es preciso prestar inmensa atención, porque cuando ocurre lo utópico ante nuestros ojos, muchas veces no vemos nada. Frente a nosotres se abre lo maravilloso, pero pasa desapercibido por la fuerza que tienen nuestros paradigmas para construir muros. Es entonces cuando el grupo nos rescata de la ceguera; siempre uno o dos nos enseñan, nos apuntan, nos hacen tocar con las manos lo invisible y cuando tenemos registro táctil nuestra imaginación se activa, y se restaura al instante la potestad de la visión.

Voluntades, conversaciones, de todo eso se va construyendo una manera de ser y estar que es nueva apenas ante los ojos de esta época.

El defensor del statu quo dice: “evidentemente las cosas siempre fueron, y por lo tanto siempre serán…”

Nuestra miopía nos impide divisar el origen, unos pocos miles de años de historia bastan para brindarnos una sensación similar a la eternidad. Pero somos muches los que no creemos más en lo invariable, por lo tanto en lo inviable. Y cuando un montón de imaginaciones se alinean, sus creaciones son inmensamente más trascendentes que las decisiones políticas forjadas a costa de favores o compromisos indeseados.

Quien enseña, se anima a hacerlo cuando siente que está sembrando terreno fértil. Algunes que se han atrevido a sembrar en el páramo, descubrieron que se pone en riesgo la supervivencia de un conocimiento. Sin embargo, en la calle, entre el cemento y las baldosas, a veces nos sorprende un brote verde asomando.

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