Seres mixtos
Wrapped coast, de Christo y Jean Claude
Cuál es la diferencia entre este paisaje y aquel, entre los edificios y los montes, entre las calles atestadas y el mar. Qué sucede en el cerebro y en el cuerpo cuando estamos ante los elementos brutos. Hay algo de la no manufactura, de la no intervención humana que nos produce la sensación de lo sagrado. No se me ocurre una mejor palabra para convocar las reacciones que enciende la naturaleza: el silencio, el estar ineludiblemente presentes, la contemplación, la unión.
Si hago el intento, puedo llevarme mentalmente hacia esos espacios abiertos en que estamos de visita, invitades por un tiempo acotado, que quiere a veces eternizarse pero enseguida nos devuelve a los lugares contenidos, protegidos de nuestra fragilidad evolutiva.
¿Qué sustituye esa conexión con la madre naturaleza? El arte tal vez, aunque no diría que reemplaza sino que agrega: un enchufe más para reubicar nuestra desamparada condición.
Un río de autos, una cordillera de edificios, el ruido de la ciudad en vez del aullido de muchos vientos cruzados, o de los animales. Al cambiar naturaleza por ciudad aprendimos a convivir, exploramos en profundidad el arte de compartir lo urbano. La urbanidad es el comportamiento acorde con los buenos modales y el respeto, cosa que no se habría vuelto tan necesaria en situaciones menos abarrotadas que los consorcios, las empresas, el tránsito... Situaciones urbanas exigen urbanidad. Puede que esta característica no sea innata, que tengamos que esforzarnos bastante para desarrollarla, así como la habilidad de sobrevivir en la naturaleza, que definitivamente no es innata. Somos seres a medio camino entre lo natural y lo social, y esta mixtura implica que hacia donde nos movamos habrá oportunidades de aprendizaje (por no adoptar la variante pesimista y simplemente decir que existirán innumerables chances de cometer errores). La humildad a ultranza es un buen punto de partida para tener un desempeño digno, dado el escenario.