Ser grande como un país
Fotograma de la película Underground, de Emir Kusturica
Mi amigo Diego me dio una idea. Me dijo que él veía ciertas empresas como países, en vez de como asociaciones. Un país no se saca de encima una provincia porque no funciona (en general pasa que alguna región o nación dentro del país quiere separarse, pero nosotros pensábamos en el caso inverso).
Puede ser un ejercicio interesante ver a los grupos humanos como países en vez de como empresas. Si bien es una relación desigual, en la cual uno puede irse y el otro no puede echarlo, también los poderes de cada uno son desiguales, y en cierta forma esa desigualdad se balancea un tanto con la prerrogativa que tiene el menos fuerte de irse o quedarse. Si el más fuerte (el país) no tiene como opción prescindir de la presencia del más débil (la provincia), este último tiene un grado mayor de libertad, que compensa un poco su falta de fuerza.
Las empresas familiares tienen ese espíritu, en que le directore acepta mucho más de lo que consentiría une jefe para preservar la relación familiar, aunque a menudo el vínculo afectivo o la relación laboral, uno de dos, no resistan.
Hay una novela de John Irving en que la vida del protagonista está condimentada por los presagios del momento de su muerte, una muerte heroica que termina salvando a un grupo de niños. La sensación que te queda cuando la terminás es que ese ser existió por ese motivo, que su propósito de vida se reveló en ese instante postrero.
Puede pasar que, después de cinco años, quien no sabía trabajar y no había manera de que aprendiera, te sorprenda salvándote la vida, literalmente. Sólo sucedió porque fuiste grande como un país y no chiquito como una empresa.