Tiempo envasado

Fluxus bag, de Yoko Ono

Todo lo que haría en un día robado al tiempo. Las cosas que construiría con mis propias manos. Los órdenes que sería capaz de instituir de una vez y para siempre, para después sólo mantenerlos y de vez en cuando darles una refrescada (las bondades de la inercia cuando es puesta al servicio de un potente empuje inicial). Los pequeños libros que escribiría, un día sería suficiente para escribirlos enteros, la edición quedaría para otro momento.

Los proyectos que pondría en marcha, las asociaciones que iniciaría, los cableados que trazaría para unir a los que están destinados a hacer cosas juntos, y no se conocen.

Pero robar este día no parece posible. La sensación que tenemos es que la existencia es como un envasado al vacío, en que no podés meter más tiempo. Tal vez hasta puedas alargar tus días de vida, hacia el final de su extensión, pero no podés intercalar el octavo día en la semana… ¿o sí? ¿No será que esa forma de imaginarlo te está robando a vos una oportunidad?

Un día puede ser cualquier día. No hace falta que sea el feriado colectivo, que sea un domingo de doble duración. Pueden ser tus vacaciones, fraccionadas en una jornada vacía al mes, vacía pero llena de otras cosas, de incertidumbre al principio, tal vez; pero después de un tiempo las apetencias se dibujarían con más definición, aparecerían en el horizonte de acción esa construcción o ese orden deseados, especialmente cuando caigas en la cuenta de que todos los meses tenés esa hoja en blanco, esa renovada oportunidad de hacer lo que nunca podés hacer.

¿Y tus vacaciones? ¿Esos largos días continuados asoleándote a la orilla del mar o trepando las montañas? En un mundo ideal una cosa no quita la otra, pero es posible que en tu mundo de hoy los espacios vacíos estén incómodamente apretujados. No está mal llenar el ropero, pero sabés que eventualmente vas a tener que hacer una selección y regalar un vagón de cosas. Lo mismo con tu espacio existencial.