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Coherencia


Casa Batlló, de Gaudí

Cuando nos vemos pasan cosas. Me alegro de tenerte, de crear pensamientos sobre vos.

Cuando nada pasa, las probabilidades están todas de un lado, la suerte está echada. Cuando pasan cosas, las posibilidades se multiplican. Abanicos dentro de abanicos dentro de abanicos.

Todos los días me imagino en paralelo lo que sería mi existencia en uno de los múltiples universos que las propiedades cuánticas de la materia habilitan. Hay un mundo en el que pasa casi exactamente lo mismo que en este, y estás vos a mi lado. Y otro en el que todo es completamente distinto, en el que nunca nos conocimos.

Lo que hoy tanto nos apetece puede parecer mañana un aburrimiento. Y para eso no hace falta saltar a un orbe alternativo, basta con que pase cerca esa afilada lámina llamada tiempo. Y si sucedió, te das cuenta porque cada mañana te aguarda la reconstrucción de los acontecimientos pasados que te trajeron hasta este presente, como al protagonista de Memento. Y ahí sí estás en problemas: juntar pedazos y reconstruir significa que está faltando esa goma que pega hasta lo más arisco —pongámosle, porcelana con telgopor—. Esa goma se llama sentido.

¿Cuándo dejo de ser yo? ¿Cuántas cosas distintas tienen que suceder para que ya no me reconozca como lo mismo? En algunos mundos paralelos, paso a ser otro personaje. En el mundo en que estoy, también. En cualquier caso, tengo mi goma pegatodo para unir lo que no encaja, una Gaudí de los sucesos, buscando un medio en el cual se encuentren la recta y la curva, sin mirarse de soslayo y pensar “¿qué hacés vos acá?”.

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