Tierra negra
Miniatura inglesa del siglo XIII
Decilo sin pensarlo mucho, porque si lo pensás tanto te empezás a preguntar si es real, si es coherente, si te gustaría que otro… y así. O es hecho, o es potencia. En cualquier caso vale para mí como oyente. A veces me doy cuenta, hablás de lo que para vos son hechos y yo veo apenas imaginerías. Pero entiendo que de eso se trata, porque si sólo pudiéramos remitirnos a la experiencia como fuente de toda verbalización, ¿qué diferencia habría entre nosotros y un clan de monos con su rudimentario parloteo?
Hace algunas semanas estuve viviendo en un futuro posible, imaginando qué pasaría si… Mantuve la creación mental por unos días, enfocada en descubrir mis sensaciones en ese escenario hipotético. Durante la experiencia me fui chocando con ciertas limitaciones, reflejadas en una dificultad de visualizar puntualmente algunos elementos del decorado. Hacía fuerza hasta que me chocaba en mi propia cabeza con la nada.
Ahí termina la imaginación y comienza la construcción mental, en el punto en que ya no vienen imágenes libremente y es necesario tomar la materia prima y amasarla, darle forma. Es un momento de creación no exenta de una actitud resolutiva, ya que los caminos posibles son muchos y en cada bifurcación hay que elegir.
Tal vez eso distinga a los que tienen ideas de los que las tienen y las ejecutan: avanzar más allá del momento en que la imaginación no fluye, con una actitud que podría ser tildada de forzada, y que por eso muchas veces espanta a los defensores de la espontaneidad, pero que en definitiva es la que te conduce más allá de ese riacho que divide dos terrenos: de un lado, el pastito de la imaginación fértil pero inofensiva, del otro lado, la tierra negra y abonada en la que hincar los instrumentos de la construcción mental.