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Activar


Los hermanos Hipnos y Tanathos

Hoy me desperté con la sensación de que ya había esperado demasiado, de que tal vez era hora de activar. ¿Pero qué? Todo vino de un sueño en el que yo tenía otra vida, otra pareja, otros amigos y otra casa, dormía hasta cualquier hora y no podía concentrarme (¡condena máxima!). Se hacían las cuatro de la tarde y ya era noche cerrada, yo ni había visto la mañana y había perdido la hora de un compromiso importante. Los mensajes pidiendo disculpas, la angustia de no haber avisado antes. Vuelvo a la sensación original del despertar y me pregunto entonces si no se relaciona directamente con el sueño, porque mi yo onírico de hoy precisaba ciertamente un sacudón para activar. Pero dejo que fermente un poco ese resto de urgencia, lo uso para mirar mi vida y mis elecciones, no está mal acusarse un poco, sobre todo si los resultados son constructivos.

Me dispongo a repasar: los proyectos encaminados, los proyectos por venir, las ideas recurrentes que están por materializarse en acciones, las rutinas actuales que hacen de mi vida una cobija tibia, y las que faltarían para que esa manta sea un fuego abrasador (hay que ver si quiero pasar semejante calor, pero en general sí quiero).

Aliados es lo que necesito. Y profesores. Ambas figuras se encuentran al alcance de unos clics y unas palabras bien escogidas, apenas decisión hace falta. ¿Aliados y profesores a esta altura de la vida, llegando a la mitad? Pasamos el veinte por ciento de la vida aprendiendo, más o menos la niñez, la adolescencia y un poquito más. Me imagino que el resto lo pasaremos aplicando lo aprendido, enseñando o haciendo la plancha. Alguien dijo que si pudiéramos cambiar la distribución de ese tiempo de aprendizaje, esparciéndolo a lo largo de toda la vida, un veinte por ciento diario, no perderíamos el entrenamiento de asimilar lo nuevo, tal vez hasta lograríamos ser menos impermeables al cambio.

No queda otra que la humildad de la confesión: es hora de activar, aunque “no pase nada” si nada se hace, aunque todo esté bien por fuera, aunque nadie entienda qué bicho te picó.

A buscar cuadernos de apuntes, lapiceras que inspiren a la escritura, o los instrumentos más digitales que motiven a salir tempranito a la escuela, cuando todavía es de noche y el invierno pone a prueba cada mañana la decisión.

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