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Random aparente


Quiero el tiempo presente que no tiene promesa,

que es, que está siendo.

Clarice Lispector

Caprichosamente. Así es como, al parecer, se eligen las primeras piedras de una construcción. Ésta porque me recuerda la cara de mi mamá, esta otra porque es tan pequeña que cabe en mi bolsillo. Pero esas inspiraciones iniciales, si se respetan, imprimen su personalidad a toda la obra y terminan por conducir en un sentido específico, lo que no es poca cosa.

Me refiero a que uno no siempre sabe cómo sigue la construcción, el futuro es nebuloso y tratar de mirarlo a la cara puede ser de lo más inquietante. En cambio las apetencias presentes son claras, casi imperiosas comparadas con el incierto porvenir (a la persona que voy a ser en cinco años ¿le gustarán las decisiones que estoy tomando ahora?).

Confío en las intuiciones de forma y contenido que parecen aleatorias. En lo único que no confío es en la duda sistemática, la fuerza de gravedad que eventualmente alcanza a todas las elecciones humanas, que tira para abajo la voluntad, una nostalgia del vientre materno tal vez, en que todo nos era concedido sin mediar esfuerzo. Las personas con quienes elegimos compartir nuestra existencia, las vocaciones, las decisiones, en fin, todos los castillos que elevamos de profundo acuerdo con nuestras aspiraciones más íntimas en algún momento tienen que resistir el bombardeo de la duda. La comparo a la fuerza de gravedad porque tiene un carácter tan inevitable como inútil para detener el avance, con el debido empeño.

¿Y si un día compruebo que mi presente no me llena, o que me conduce a un futuro no querido? Volveré a confiar en la bondad de lo inesperado, de lo caprichoso, a encontrar una nube con forma de pato para colgarme de ese sentido gratuito y construir un estanque apropiado.

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