Abrazo
Hay algo de cuando me pongo a ordenar que me acerca a Eros, pero también a Tanatos.
Organizo papeles, dejo el escritorio impecable, limpio la papelera de la computadora y hago un examen concienzudo de mis hábitos de clasificación de archivos, correo, música, fuentes de inspiración. Barro y lavo la cocina, ventilo las sábanas y riego cada maceta en su dosis justa. La vocecita que felicita por haber evitado pérdidas y momentos desagradables gracias a la organización, es rápidamente silenciada por otra voz que clama caos y creación. No estoy segura de que clame caos para lograr la creación, o simplemente caos y recreación.
Hay tantos motivos para considerar el surgimiento de la chispa creadora un suceso de la máxima importancia, que sobran las excusas para cuidar especialmente las condiciones que favorecen esa eventualidad.
Ordenar para entrar en tema, para limpiar el campo visual y en segunda instancia la cabeza, para dejar de pensar por unos minutos antes de volver a la creación, todo eso me acerca al impulso vital, a Eros. Demorar el reencuentro con la actividad esgrimiendo la excusa de que hasta que no esté todo ordenado no puedo concentrarme en nada, eso me pone cara a cara con Tanatos, y me acerca al momento de fin del orden, en que confirmo que no estoy más feliz por esa organización meticulosa y mucho menos inspirada para lo que realmente me importaba.
Pienso en los recreos, en la sabia dosificación de momentos de ocio para fecundar el compromiso y la responsabilidad. Pero pienso sobre todo en Eros y Tanatos en un abrazo inseparable, que se da cuando en el proyecto está el alma y cuando la elección del recreo coincide con el compromiso.