Mi lugar, parte XVI
Hirotoshi Ito
En mi lugar, la incertidumbre nunca es ominosa. Se acepta que las personas sean un work in progress perpetuo, y que los períodos de inercia que se extienden como grandes llanuras entre una certeza y otra no muestran un camino trazado (aunque a veces sí).
Pedir peras al olmo puede ser una práctica interesante para ensayar la tolerancia, pero no nos engañamos en la espera de que un día el olmo aprenda a fructificar.
No sabemos qué va a pasar en el porvenir. Estamos más informados de los humores de nuestro vecino. El futuro de la especie nos tiene ciertamente despreocupados, por la simple constatación de que nuestro papel está mejor cumplido cuando ponemos manos a la obra. No sabemos si las piedritas que juntamos van a llegar a los nietos de esta generación, pero al menos se las hemos regalado a nuestros hijos, para que ellos las guarden o las regalen.
En mi lugar todo el día se siente. Puede parecer agotador para algunos, pero estamos acostumbrados y lo llevamos bien. Podemos seguir haciendo todo mientras percibimos, experimentamos, aprendemos de la emoción. Por ese motivo no nos extrañan la tristeza ni la ira, hace tiempo que aprendimos que ellas no son hijas de otra familia, por mucho que queramos desconocerlas. Mientras sentimos seguimos, y la emoción termina siendo combustible de muchas buenas cosas, cualquiera sea su polaridad inicial.
Cuando describo mi lugar me entran muchas dudas. ¿Será mi visión objetiva? ¿Se puede ser el escriba de la vida en un sitio, o se es inevitablemente autor? Relatar un mundo o crearlo, he aquí la cuestión.