El desmayo y el vuelo
Una vez escribí sobre cómo imitamos los seres humanos el comportamiento del avestruz, sobre la ingenuidad de pensar que al esconder nuestros sentidos escondemos nuestra evidencia. Y así como te pasa que querrías no ver y no escuchar, e incluso hablar dando por sentado que nadie te oye, también te pasa que querés simplemente perder la conciencia y desaparecer del mapa.
En La historia interminable, de Michael Ende, Atreyu descubre que deberá viajar nada menos que diez mil millas hasta el oráculo del sur para salvar a su mundo de la destrucción; su desazón es inmensa, acaba de perder a su caballo. Ya agotado, antes de hundirse en la inconsciencia alcanza a aferrarse a un ser volador. Oscuridad total. Cuando despierta, después de un largo sueño de días, está a unos pasos del oráculo. Los lectores experimentamos con él un alivio maravilloso y múltiple: ser rescatado, dormirse en el problema y despertar en la solución, y todo esto sin culpa, porque no pedimos nada a nadie, simplemente una voluntad ajena intervino.
Es recurrente en las historias el tema del intervalo de inconsciencia en que el héroe o la heroína reponen sus energías mientras el mundo se arregla, o por lo menos no empeora. Me cuesta sin embargo evocar un caso análogo en mi experiencia de vida; posiblemente no haya dado lugar a que eso pase, porque no me sale el desmayo (refiriéndome con esto a cualquier forma de dejarse ir hacia la inconsciencia).
No obstante recuerdo algunos casos en que pude actuar, junto a otras personas, de una manera comparable a la del ser volador que rescata a Atreyu. Momentos en que di sin esperar nada, sin que el desmayado se enterase, estirando todo lo posible el tiempo para acentuar esa impresión mágica de que el mundo cambió para mejor durante el momentáneo abandono.
Cuando me asaltan las ganas de que el mundo se arregle en mi ausencia (ganas imposibles, porque no logro entregarme de lleno a esa idea), me pregunto cómo hacer para que los que están a mi lado experimenten un poquito de la sensación increíble de ser rescatado sin culpa. Y cuando logro actuar de esa forma siento yo misma algo muy parecido al nacimiento de alas en la espalda.