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Intenciones

La mano, escultura monumental de Mario Irrazábal

Más allá de los hechos, ¿cuáles son tus intenciones? Hay una diferencia entre lo que sentís y lo que te gustaría sentir, y en oposición a muchos, yo pienso que podés incidir directamente en lo que parece ser un rapto de emoción, pero sólo con la condición de que estén claras tus intenciones.

Por ejemplo: no te cae bien una persona, pero es incómodo sentir eso, porque convivís con ella en algunos ámbitos y cada vez que la cruzás se activa esa infructífera sensación de desagrado. En vez de imaginar que ese ser se esfuma de tu vida (en la mayor parte de los casos la gente no desaparece simplemente de nuestro entorno), buscá mentalmente rasgos de ella que puedan llegar a gustarte (cuidado con la autosugestión: tiene que ser sincero). Todos tenemos algo que puede agradar a otros, hasta los que se proponen incomodar activamente. Tu intención de que la convivencia con esa persona te resulte más amable es definitoria en la construcción de lo que vendrá.

Mover el mundo físico suele ser más sencillo que cambiar la dirección de una emoción. Tendemos a querer acomodar los objetos y los vínculos de manera que no interrumpan nuestro paso hacia lo que buscamos. Pero algunos de esos elementos no son simplemente muebles pasibles de cualquier organización, sino que adoptan su lugar por una voluntad ajena a la nuestra. Y si en ese descubrimiento nos empecinamos en empujar una montaña, lo más probable es que nos acostumbremos a ese esfuerzo y no logremos nuestro cometido.

Lo que está realmente en nuestras manos es cambiar una intención. El obstáculo principal es el orgullo, que construye una especie de lealtad obstinada entorno a los sentimientos originales. Originales pueden ser, pero justamente por eso también no elegidos, no trabajados, maleza parasitaria en un terreno de frutales.

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