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El comportamiento de los otros


Diálogo con pato de madera, de Liliana Porter

Hay algo en el esfuerzo de hacer una interpretación padronizada de las personas, que me recuerda la ambición de encontrar un modelo que explique todo el universo, lo inmenso y lo infinitesimal. La ciencia viene desde hace tiempo chocando con ese obstáculo, que muchos consideran insalvable, pero al mismo tiempo nos encanta la idea de encontrar el esqueleto inteligible por detrás del enigma de la carne.

Lo que explica el pasado puede usarse para augurar el futuro, y padecemos una inmensa necesidad de previsión. Este anhelo parece nacer del temor del bicho que está en la cúspide de la cadena alimentaria y no quiere perder el primer puesto por nada. Aunque tal vez sólo sea miedo a lo desconocido.

Todos adoptamos modelos que consciente o inconscientemente usamos para explicarnos el accionar de los seres que participan de nuestra vida. Y las expectativas que creamos suelen decepcionarnos, porque por un lado nuestros modelos están basados en la observación del comportamiento de algunas pocas personas, el puñado con que nos cruzamos, y por otro, muchas veces no son ni remotamente coherentes como individuos. O sea: estamos en la penumbra de las relaciones, aunque enfoquemos con una linterna cargada de experiencias.

Por eso cualquier intento de análisis de un determinado comportamiento me inspira desconfianza, más aún cuando con ese análisis se intenta hacer una predicción. ¿Cuán probable es que repitamos un comportamiento? Tanto como elijamos hacerlo. Y en esa capacidad de elección sí tengo confianza.

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