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Lo femenino


Venus paleolítica

En algunas actividades lo femenino se puede ocultar hasta último momento, o puede evitar manifestarse. Mientras escribo puedo ser neutra, hasta puedo ser masculina. Y en esa libertad del anonimato de género, que llena de coraje y de una cierta impunidad, algunas mujeres han decidido instalarse y producir toda su vida.

Es así que han esparcido sus obras disfrazadas de masculinidad, en un intento por evitar que el género pesara sobre la apreciación de sus dones, para bien o para mal. Dispuestas a sacar de la ecuación el factor sexual, se acercaron a la perfección en el arte del disimulo, y lograron inspirar a más de un misógino declarado.

Hoy en día convivimos con sus inventos y los atribuimos a los hombres. Conocemos los nombres y las fechas, aunque a medida que retrocedemos se vuelve más vaga la imagen que podemos hacernos de cómo lucían: ¿tenían barba? ¿cabello largo tal vez?¿usaban sombrero y bufanda para huir de los curiosos?

Cuanto más imagino más plausible me parece esta farsa, que muchos hombres de la historia hayan sido en realidad mujeres. Pero admito que es sólo un invento que funciona como un escalón para preguntarme algo que me inquieta en serio: ¿Por qué siento que aún hoy en día seguimos precisando del disfraz? En vez de bigotes postizos, maneras rudas; en vez de ropas anchas, miradas autoritarias… Es cierto que hemos logrado y permitido que las mujeres lleguemos al poder. En cuanto a lo femenino -ese poder creador único- todavía no ha llegado su hora.

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