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El embrujo de las palabras


Imagen de la película The pillow book, de Peter Greenaway



Conozco el embrujo de las palabras. Hay palabras que agarran y palabras que liberan. Y el que domina el arte de las palabras cuenta con un saber hermano al primitivo poder de los sonidos.


Me imagino los primeros sonidos humanos: ruidos de advertencia, de arrullo, de seducción, de temor. Sofisticamos los sonidos, aunque los mensajes no hayan cambiado tanto. Podemos decir que contamos con otros medios, pero difícilmente encontremos unos fines diversos a los que nuestros antepasados cavernícolas acariciaban con una imaginación desprovista de palabras.


Y en el silencio verbal de su pensamiento (poblado de ruidos, sin duda, privado sólo de palabras) el hombre primitivo hizo sus descubrimientos. Una cosa llevó a la otra, y me pregunto si las letras nos liberaron más de lo que nos encarcelaron. Debate interno e improcedente, me valgo de este texto para expresarlo, así que me callo la boca.


Salgo a dar una vuelta y las palabras me asaltan desde las marquesinas, las paredes, las señales de tránsito. Inevitablemente me encuentro leyendo, porque mi pensamiento es más veloz que mi voluntad: en cuanto me pregunto si quiero me doy cuenta de que no puedo elegir no leer, tal vez como máximo no entender, pero a veces ni siquiera eso. Y en esa población mental de palabras me descubro repitiendo algunas, realimentando un eco interno en forma de canción o de oración, como si existiera en mi cabeza una especie de terror al vacío verbal.


Mientras la ciudad me habla pienso en cómo piensan los analfabetos, en cómo sus ideas toman forma y trascienden la oralidad solo si otro las registra. Evoco por unos instantes un silencio mental, pero es ficticio: los analfabetos no leen, pero hablan y escuchan y piensan en unidades de significado llamadas palabras, al igual que el resto.


En esta jungla de significado busco hacer pie en suelo firme. ¿Qué viene antes de las palabras, dónde está ese bloque contundente de sentido anterior al sonido que lo designa? Me callo por fuera y por dentro, y hago algunos descubrimientos en relación a cómo.


Dejo de intentar describir mentalmente la situación, abrazo la contradicción del momento con una suerte de resignación victoriosa. Por dentro, festejo mi incapacidad de poner un nombre a todo.

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