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Con o sin pijama



“La gente que vive en casas de vidrio no debería arrojar piedras” dice uno de los mafiosos de la película Legend a su hermano. Y esa frase queda picando en mi cabeza y llenándose de sentido.


Pienso, a partir de esa advertencia, en cómo el cine nos moldea, en cómo esas pantomimas de vínculos llegan hondo y forman su séquito de sonámbulos. Y en las películas del circuito comercial, todo el mundo arroja piedras en su casa de vidrio: el centro de la acción se construye sobre el conflicto, son pocas las obras que llegan a las pantallas más vistas con una propuesta distinta.


Con el tiempo, ese tipo de educación se pegotea en nuestro inconsciente. Llegás a tu casa y tenés ganas de romper todo, de cambiar el orden de las cosas, de hacer un escándalo a ver qué pasa… Y lo que pasa es una decepción, porque en las películas la acción siempre tiene un sentido, y en la vida lo que más fácilmente se nos escapa es el sentido. Al día siguiente te despertás y tenés que barrer los escombros, tal vez te lleve unas semanas “volver a la normalidad”, pero no mucho más que eso. En la vida, las paredes no son de vidrio, y todo se emparcha, se pega, se ata con alambre para que la cosa continúe.


Releyendo el consejo del hermano mafioso, coincido por completo con la idea de que en situaciones frágiles no es recomendable hacer cosas alocadas. Por lo tanto tengo dos opciones: o sigo viviendo en mi casa de vidrio, usando siempre pijama porque desde afuera se ve todo y alguien se puede ofender, o aprendo a construir con ladrillos y cemento, para que si un día quiero cantar un aria con todas mis fuerzas pueda hacerlo sin temor a romper los vidrios.


Casa de cristal diseñada por el arquitecto Carlo Santambrogio.

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