Pequeños grandes cambios
Campaña para promover el respeto y la convivencia en el transporte público de Barcelona. "Todo vuelve".
Algunas tecnologías vienen cargadas de instrucciones, con un manual, y a veces son las más simples. Hace poco recibí de regalo una olla a presión. Viene con un manual de cuarenta páginas. ¿Cuántos manuales leíste para usar tu celular? Es posible que no hayas necesitado leer nada, es intuitivo. Y si no sabes, preguntás.
Lo mejor es prescindir todo lo posible de las instrucciones. Cuando hay reglas, surge la voluntad de romperlas. Claro que necesitamos ciertos pactos para convivir, pero hay muchas formas diferentes de llegar a eso. La que más se ve en nuestra sociedad es el anuncio de lo que sucede en caso de infracción; la amenaza de multa o encarcelamiento puede resultar eficaz, pero tiene muchas contras, como por ejemplo el hecho de que se pierde la lógica que condujo a la producción de esa regla. El motivo para cumplirla, suficiente o no, es el temor a la reprimenda.
También existe la posibilidad de premiar las conductas apropiadas. El problema es quién da esos premios, porque se hace necesaria una voluntad supercomunitaria, y eso da origen a una estructura burocrática.
Una tercera alternativa es hacer visibles las responsabilidades. El arte es hacerlo sin castigar ni premiar, evitando el manual de instrucciones, con creatividad e incluso con humor, sin subestimar al receptor y evidenciando la lógica de la regla. ¡Qué difícil! Pero tal vez un buen primer paso sea reconocer la envergadura del proyecto que queremos acometer y empezar a ejercitarlo en lo cotidiano: en las relaciones familiares, profesionales, en los ámbitos de estudio, en cualquier situación en la que haya convivencia con otras personas. Y las formas de comunicar estos pactos abarcan el terreno de la escritura pero también la oralidad, la gestualidad y todos los campos en que el saber fluye entre más de dos seres.
Es a través de esos pequeños cambios en el comportamiento que una cultura se instala. Podemos adorar la idea, leer libros y estar encantados con la propuesta de una convivencia menos represiva y más inteligente, pero la transformación solo comienza cuando damos el primer paso. Una buena pregunta para arrancar sería: ¿qué comportamientos puedo instalar en mis comunidades de pertenencia, y en cuáles, sin precisar para ello producir una revolución? Por supuesto que el resultado termina subvirtiendo por completo el estado actual de las relaciones dentro de la comunidad en cuestión, pero el proceso es suave, porque consiste en ir reemplazando uno por uno los modos instituidos por la costumbre, contemplando un tiempo para la asimilación.
¿Te gustaría que sea más rápido, o a nivel mundial? ¡A mí también! El problema de los cambios violentos es que producen reacciones inmanejables, y tienen que construir un aparato destinado a mantener el nuevo orden, que en general termina comiéndose sus propias propuestas.
A lo inmediato, prefiero lo estudiado. A lo global, prefiero lo concreto. A la regla, prefiero el consejo. Y si no hay acuerdo, la libertad de elegir -o construir- otros pactos de convivencia, que den origen a otras comunidades.