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La madre de las revoluciones, parte I


Vista aérea de las ruinas de Mohenjo Daro, una de las civilizaciones matriarcales descubiertas en el sigo XX

En relación con lo matriarcal, con lo femenino, que trae aparejado lo sensorial y lo desrepresor, la gran duda es cómo nos imaginamos el futuro. Más allá de la investigación fructífera sobre el pasado, que revela tanto callejones sin salida dignos de evitarse, como pistas inspiradoras a seguir, la gran pregunta es cómo queremos que sea de ahora en adelante. Y siento que aún está tibia esta imagen en nuestra cabeza colectiva.

Sin ánimos de plantar una bomba en el jardín, pero sí removiendo un poco la tierra seca, quiero dar forma a mis fantasías. Para ello me voy a basar en algunas lecturas y en algunos experimentos personales, tratando de evitar dos extremos: la teoría acartonada y la presunción de que los resultados de mis experimentos puedan ser universales.

El matrimonio, como DeRose analiza en su libro Método para um bom relacionamento afetivo, nace pegado a la preocupación por el patrimonio. Si nos remontamos al tiempo previo al descubrimiento de la intervención del hombre en la fecundación, cuando no se tenía idea de que había una conexión entre el acto sexual que sucedía nueve meses antes del nacimiento y la producción de un nuevo ser, la capacidad creadora del ser humano se atribuía exclusivamente a la mujer. La naturaleza del embarazo permite saber con certeza quién es la madre, no así quién es el padre. A no ser que la mujer mantenga relaciones exclusivamente con un hombre, al menos durante una ventana de tiempo segura para garantizar la paternidad de ese hombre. Como los hijos se morían a montones, había que hacer muchos ensayos de progenie para tener chance de dejar descendientes que preservaran el patrimonio. En consecuencia, el matrimonio —alias la garantía de paternidad biológica del padre— tenía que durar muchos años.

En ese esquema, en que se da prioridad al pasaje de los bienes de padre a hijo (la herencia patrilineal), el hombre es libre de relacionarse sexualmente con quien lo desee, mientras que si la mujer lo hace pone en riesgo la pureza del clan del padre, que no es capaz de verificar la autenticidad de sus retoños. El hogar se vuelve el sitio de la mujer por excelencia, al cual queda confinada por las necesidades del nuevo esquema patrilineal.

Mi primera adivinación-deseo de un futuro posible es que el matrimonio va a caer en desuso, y como consecuencia van a desarrollarse las formaciones familiares alternativas que ya existen, pero que constituyen un porcentaje ínfimo de las agrupaciones sociales en la actualidad: familias de amigos, familias de hermanos e hijos de la mujer, familias de varias parejas entrelazadas, familias en que el padre puede ser el hermano de la madre, en que puede ser uno o muchos…

Bibliografía:

DeRose, Método para um bom relacionamento afetivo.

Ricardo Coler, El reino de las mujeres (para conocer una sociedad matrilineal actual).

Robert Graves, El vellocino de oro (la conversación de la introducción entre la ninfa y Anceo).

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