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Escribir en otra lengua

La única salida permitida. El momento de tomar aire. El espacio para una parca libertad de movimiento, en el que une se puede abandonar a la ficción de que todo es como antes de la cuarentena.

Enseguida los espacios entre los cuerpos recuerdan que no, que nada es como antes. Un par de metros entre los pocos transeúntes, o entre los que hacen la fila para entrar a la verdulería, evidencian el cuidado extremo en que vivimos por estos días. El espacio vital nunca fue tan extenso entre les argentines. Ver un abrazo, sólo en las películas.

En el interior de las viviendas se alternan los desafíos de compartir veinticuatro horas con les moradores o de estar el día entero en soledad, sin más que contactos online. Es el momento en que buscamos mantener la regularidad de nuestras costumbres y reproducir las sensaciones del mundo conocido en el terreno virtual. Pero es como tocar en la guitarra eléctrica un tema compuesto para piano: puede sonar muy bien, pero desperdicia un poco el potencial de la guitarra. Por estos días siento que estamos intentando comprender el lenguaje de la guitarra eléctrica, y componer algo específico para ese instrumento.

No traducir, sino escribir en otra lengua. Todo va a ser diferente. Lo que de cuerpo presente genera proximidad, en el mundo online puede alejar y viceversa. Nuevos códigos y nuevas costumbres se instalan, y lo primero que salta a la vista es lo difícil que es mantener conversaciones paralelas orales en grupo. Durante el confinamiento, vamos a aprender a almorzar en familia escuchando a cada quien, por turnos, de preferencia sin interrumpirnos. No está nada mal.

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