Fermentación

Les Pains de Picasso (Picasso with bread hands), de Robert Doisneau

Una vez escribí sobre cómo inflar un globo. Es simple el mecanismo, y básicamente la clave es no dejar de soplar. Muchas cosas funcionan así: dejás de soplar por un momento y se encogen, retroceden, involucionan. Sin embargo, después de un buen tiempo de reflexión, reconozco que eso es cierto con frecuencia en la primera etapa de un proyecto, y que después cambia. Algunos logros continúan creciendo aunque dejes de soplar. De hecho, puede ser perjudicial si soplás demasiado. Sólo que al inicio de la vida formativa y profesional no hay demasiada chance de descansar del soplido.

Hay amores que trascienden la distancia y el tiempo, que logran misteriosamente sobrevivir a base de magros pensamientos dedicados muy de vez en cuando.

Hay obras que, al ser nuevamente contempladas, son recreadas. Pueden incluso crecer y adquirir nuevo sentido a la luz de nuevas miradas.

Existen lecturas cuyo efecto permanece latente, agazapado, y vaya a saberse por qué motivos, de pronto te sorprenden con el fruto de una conclusión a medida de las circunstancias. La fermentación sucede aunque uno no se esfuerce para producirla, apenas dejando estar.

Hay momentos que sólo llegan si no los busco, cuando estoy silbando sinceramente, no cuando me hago la distraída. Entonces, una gratitud desproporcionada me inunda. Es tan enorme por el efecto regalo, porque lo indirecto muchas veces parece generación espontánea.

Regué con diligencia mi jardín durante meses, sin ver flores, con la ayuda de muchas manos debido a los constantes viajes. En el momento de mayor ausencia, las flores brotaron nuevamente y me recibieron. Las miro y pienso que no lo merezco, pero por suerte la naturaleza no sigue sólo la lógica de esfuerzo-recompensa. Más bien sucede que al tener muchas plantas que en potencia dan flores, hay buenas probabilidades de que en algún momento, más allá de lo adverso de las condiciones, alguna florezca.