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Atentado a la certeza


Instalación de Esther Stocker

Tenés la certeza de que las cosas son como vos creés. Es más: te ofende hablar de creencia, cuando te sabés en terreno firme, cuando no hay manera de desconectar el efecto de la causa. Sin embargo… pero nada de esto va a moverte, lo sé. Empecemos de nuevo.

¿Viste cuando embestís con toda la furia y te equivocás? Por ejemplo: estuviste una hora esperando a tu amigue que no apareció y cuando finalmente lo hace, le cantás la justa. Sólo que habían combinado encontrarse una hora más tarde de lo que vos pensabas, hay mensajes que no te dejan engañarte. Fue un error, por ende no dudás en pedir disculpas.

Mi pregunta es si no vale la pena asumir una actitud más dudosa, menos tierra firme ante todos los eventos, aun los que no pueden ser posteriormente analizados a la luz de pactos previamente sellados en un mensaje escrito.

Mirá tu seguridad en el error. Contemplá tu sensación posterior al descubrir el engaño. Ahora enfocá las discusiones sobre ideas, política, sentimientos, todos esos terrenos en que tenés opiniones claras y nada de empacho en defenderlas. ¿Nunca te sentiste tan avergonzade como cuando reclamaste a una cita no llegar a la hora combinada y resultó que habías entendido mal?

A veces entendemos mal. A veces no hay manera de saber. La mayor parte de las veces queremos torcer el mundo. Que tire la primera piedra el que nunca se equivocó.

La próxima vez que esté segura de algo me gustaría darme una palmadita escéptica y decirme “¿te acordás de todas las veces que estuviste segura?”.

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