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Expectativas frustradas


No todo es como lo esperás. A veces la cosa no funciona, o no arranca, o no termina bien. Y en ese medio un tanto difuso, hacés fuerza en una dirección o en otra, sin éxito. Pero en la práctica mucho de lo que sucede es movido por fuerzas ignotas.

No hay forma de desatar el nudo que une las expectativas a la frustración. ¡Es tan difícil contentar al bicho ese que lo quiere todo tal como se imaginaba, dentro de sus planes hasta la mínima gota de azar! Las probabilidades de que algo salga distinto a lo pensado amenazan en cada recodo del camino.

En cambio, el otro bicho que va silbando por ahí, disfrutando de lo inesperado, acertando o errando con su sospecha de lo que depara el futuro, que no llega a ser expectativa sino simple juego de dados, ese sí que parece tener un pacto con la felicidad. Las hadas están de su lado, lo acompañan y le susurran al oído los próximos pasos, que eventualmente lo conducen a donde no quería.

Tenés la opción de cabrearte, de decepcionarte, de nadar en el aburrimiento. También podés switchear el canal del contento más allá de todo, liberarte de la trampa de las expectativas, mirar un toque el paisaje a los lados y ser feliz de encontrarte una piedra con forma de roca.

Tanto una como otra alternativa te conducen a lugares. Si elegís la primera sabés exactamente a dónde te dirigís, la segunda te lleva a lo desconocido.

Hay una tercera opción, que para mí reúne lo mejor de dos mundos. Imaginar y planificar para que todo lo que te inspira se haga realidad, pero al mismo tiempo seguir el plan silbando, a sabiendas de que no siempre el mapa coincide con el territorio. En una de esas te perdés un poco, y desperdiciás o ganás cierto tiempo, depende de cómo se mire. Así llegás a conocer las sorpresas que aguardan en las orillas del mapa.

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