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Sound state


Please, return the fish to water, de Nam June Paik.



Hay palabras mágicas, que funcionan como salvoconductos. Las leo y entro directo en un clima particular, sé que son llaves y me gusta usarlas.


Sound state es una expresión que data de una época en que la palabra inglesa sound estaba más relacionada con su segundo significado, el de estar completo, libre de daño. Desde hace unos diez años noté y anoté esta palabra. Quedó en un archivo registrado mi asombro, y cada vez que lo abrí y leí, volví a sentirlo, junto con el estado que la propia palabra evoca.


Estar completo. Ser parte de algo, pero tal como el hilo es parte de la tela y al mismo tiempo es la tela misma. Estar intacto, preservado, sin falla, aunque mil experiencias hagan mella en la superficie. Estar entero y desarmado, seguro aun sin necesidad de construir trincheras o apertrecharse.


Estar sonando, vibrando en sintonía, emitiendo ondas. Haciendo chocar esas ondas con el mundo alrededor, y obervando cómo les hacen rascarse o bailar a los que andan por ahí.


Ser silencio en vez de estar en silencio. No buscar ninguna palabra, no querer llenar el tiempo o el espacio, marcar el paso al ritmo de la respiración y que ese sound genere un state.


Todo eso experimento cuando abro la puerta con esa llave.


Una sospecha me invade, y es que el silencio en compañía es totalmente distinto del de la soledad. Y me pregunto si existe soundstate en lo cotidiano para estos seres ultrasociales que habitamos en las ciudades hoy en día. Y me respondo que no, en la medida en que no se dé una oportunidad al silencio, o a cualquier otra llave encubierta que pueda conducir hacia adentro, hacia una zambullida en el momento presente.

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