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Imposible


Bañista, de Pablo Picasso

Las cosas que nos pasan cuando estamos con la luz apagada, nos pasan por la cabeza y nos pasan alrededor, en el mundo que creamos con nuestro pensamiento y sensaciones. El mundo se pliega a nuestra sensación como el espacio-tiempo, y la escapatoria imposible de esa situación ⎼imposible porque sentís el mundo que creás y creás el que sentís⎼ es no obstante viable gracias a la contemplación de cualquier baratija que resplandezca en la distancia, a un señuelo destellante en la superficie del agua, al que haríamos bien en agarrarnos más a menudo.

Y este destello momentáneo que alegra el mundo te enoja y te ofende, desmerece la profundidad de tu dilema, rechazás su brillo barato y encontrás mil razones lógicas para no dejarte encandilar. Pero cuando mirás al costado sentís algo parecido al chico que no fue invitado a la fiesta, la alegría de los menos exigentes tiene algo de envidiable que ninguna lógica puede derribar.

Desde la cima de tu descontento, la soledad te viene como anillo al dedo, y todo parece cerrar ⎼en teoría⎼. La conspiración es visible y te retirás a lamer tus heridas. Pero te das cuenta de que, si nadie lo sabe, no vale. Si no encontrás la forma de que te inviten a la fiesta, no vas a poder exhibir la gran obra que es tu soledad. Necesitás de la compañía para hacer valer tu retiro.

¿Cómo compartir sin asentir, sin aceptar, sin mezclarse? Ese sí me parece un imposible sólido, práctico, más allá de la teoría.

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