Acumulación
Hay un tipo de acumulación material, que demanda apilar las cosas y apropiarse gradualmente de más espacio, y otro tipo de acumulación intangible, cuyo crecimiento puede ser astronómico y caber en un cuerpo. El primer tipo genera ataduras, el segundo libera.
La acumulación de objetos, ya sean libros o casas, genera una ilusión de seguridad muy valorizada por la sociedad en que vivimos. Salvo los linyeras, que precisan seleccionar muy bien su carga, ya que han caído fuera de los límites de la sociedad de consumo, el resto valoriza los bienes y sufre en diferente medida con su ausencia. Por supuesto que siempre está el que no quiere comprarse ropa, pero eso no basta para que lo considere desapegado: se viste igual todos los días pero acumula instrumentos musicales, o comida en la alacena, y finalmente si no lo hace para sí lo hará para sus hijos.
El otro tipo de acumulación produce el efecto “gota que horada la piedra”. Son las famosas diez mil horas de estudio y práctica para ser competente en un arte o ciencia, que a mi juicio es un número que queda chico. Este tipo de acumulación multiplica las posibilidades, mientras que el otro encadena a un destino cada vez menos imprevisible. Las cosas tienen un lastre de cuidados, se rompen eventualmente, y cuantas más cosas nos rodean más tiempo precisamos invertir en ellas.
Los conocimientos y las experiencias pueden hidratarse con el paso de los días y años, cuidarse a sí mismos y combinarse entre sí, llevándonos a lugares inusitados. La sensación que tengo es que juntar esas experiencias y conocimiento me llena, mientras que acumular objetos llena el mundo a mi alrededor. Sería triste si un día de estos no lograra ver más allá de la barricada de cosas que me rodea.