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Dos pequeños grandes hallazgos


Objeto de orfebrería expuesto en el Museo del Oro de Bogotá

Constructor, creador, organizador… o cualquiera que tenga el ansia de desbravar nuevos caminos profesionales. Evito deliberadamente el término emprendedor porque si bien es nuevo, no parece designar algo distinto al espíritu con que Colón acometió su viaje intercontinental. La identidad ilusoria entre las palabras y lo que designan hace en este caso que tratemos al emprendedorismo con una expectativa y una sensación de desconocimiento que no es tal. Históricamente, estamos más familiarizados de lo que pensamos con ese concepto.

Por lo tanto, estos párrafos van dedicados a cualquiera que esté involucrado en la creación de las condiciones ideales en su mundo profesional.

Existen dos sencillas disposiciones que ayudan enormemente: la primera es saber abrazar la ambigüedad, las personas no necesariamente hacen lo que dicen; y la segunda es estar preparado para crear las condiciones de adentro hacia afuera, o de afuera hacia adentro, cuando el caso lo exige. Hay veces en que actuar así parece fingido, pero es simplemente sumar unos puntos a la línea que venís trazando, sin cambiar la dirección.

Normalmente ejemplificamos con casos distantes y obvios, se ve más fácil la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio. Pero esta vez ejercitemos la capacidad de autoobservación para ilustrar las dos disposiciones anteriores.

Existen incoherencias entre lo que respondemos a las preguntas del entorno y lo que realmente sentimos ⎼a veces simplemente porque no tenemos clara nuestra elección, pero hay que decir algo⎼. Por ende, es como mínimo naif comportarse haciendo de cuenta que los demás nunca incurren en ese tipo de ambigüedad. En conclusión: escuchar, pero sobre todo observar.

En cuanto a crear las condiciones de adentro hacia afuera pero también de afuera hacia dentro, ¿cuántas veces te despertás con el fuego en la mirada de construir tu destino y cuántas con ganas de que el día pase desapercibido y vos apenas existas en él? Esos días nos encuentran a todos, en mayor o menor proporción. Y cuando la actitud no está tan a flor de piel, todo lo que desde afuera se pueda hacer para que vuelva a nacer ese germen ayuda a seguir sumando puntos a la línea. Alguna que otra vez habrás derribado los cimientos de un castillo joven en uno de esos días sin sol, por no hacer el esfuerzo de crear las condiciones de afuera hacia adentro, cuando tal vez bastaba sonreír con la boca para contagiar a la mirada. O sea: hacer para sentir.

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