Perturbación
Terrenos de juego, de Giacometti
En verdad, tú danzaste bien.
Mas perturbar el mundo a fin de salvarlo…
¿qué misterio es este?
Mahimástava, de Pushpadanta.
Al menos una vez probá dejar algo, por unos días. Probá vivir sin ese algo que es fundamental: el mate, el café, la comida, una persona. Mirá con atención cómo se reacomodan las prioridades. La ausencia de un hábito diario cambia de lugar todo lo demás. Y en esa configuración diferente es donde pasan las cosas nuevas, inéditas para vos, que estás desacomodado, por lo tanto un flor de estreno.
Por un tiempo más o menos prolongado anhelás el orden natural de las cosas, que tal vez fuese todo menos natural. Pero en vos ese orden hace surgir la sensación de lo conocido y de la vuelta al hogar. Después de un tiempo el anhelo es solapado y casi no le dedicás un pensamiento concreto, es un una nostalgia del deseo, no de la necesidad.
Y cuando te das cuenta de que podrías perfectamente vivir por mucho tiempo más sin eso, llega la pregunta: ¿lo querés realmente? La más sincera de las preguntas, que demanda silencio y reflexión.
En medio de ese análisis andaba ayer, después de una semana de sustraerme voluntariamente a algunos hábitos, cuando me robaron la cartera. Desagradable situación a la que es difícil escapar en esta ciudad. Y ahí tengo un pensamiento ineludible: dejar voluntariamente algo te prepara para cuando las cosas te abandonan en contra de tu voluntad. Yo no quería perder mi celular, ¿quién querría? Pero ahora no está, por unos días todo va a ser diferente. Y tengo una mezcla de aprensión y curiosidad por ver qué pasa, cómo me las arreglo, cómo las rutinas se reestructuran lentamente, qué mecanismos se activan ante esa falta. Eventualmente haré todo para volver a la normalidad, pero no está nada mal sentirse un poco incómodo.