Roquefort para novatos
- Yael Barcesat
- 1 mar 2017
- 2 Min. de lectura

El banquete de los artistas, de Nam Kyung Min
Todo lo que producimos hoy en día tiene una posibilidad de “control de éxito” a corto plazo. Estas palabras podrán ser analizadas, en unos días, en función de la cantidad de lectores que alcanzaron. Serán catalogadas como útiles o no, buenas o malas, a los fines de llegar a mayor cantidad de público. ¿Cómo se medía esa respuesta antes de la era digital?
Retrocedo unos cien años y pienso en los artistas plásticos. Estaban aquellos que gozaban de reconocimiento en vida, necesariamente insertados en un medio social amplio, en el cual el gusto por una inédita forma de expresión debía ser lo antes posible respaldado por la aceptación del máximo número de cultores; y estaban los creadores a los que no alcanzaba una vida entera de producción para llegar a obtener el apoyo de los mecenas y del gran público. Me pregunto qué habría sido de Van Gogh en la era digital, y enseguida dudo de que Van Gogh hubiese dado descanso a los pinceles para chequear su teléfono celular.
El caso es que hoy convivimos con la constatación casi inmediata de las consecuencias de nuestras invenciones, ya sean declaraciones, literatura, fotografía u otras. Con un poco de estudio de esas respuestas logramos afinar la puntería cada vez más, hasta producir, decir o mostrar exactamente lo que a la gente le llama la atención. Y así nos encontramos todos los días con producciones a medida, enlatadas para consumo con una pericia que parece mágica. La industria del entretenimiento es campeona en encajar expectativas y gustos para alimentar el círculo vicioso de aburrimiento - necesidad - saciedad.
Sólo que es muy raro que a un novato le guste el roquefort. Probablemente harán falta algunos intentos, la degustación de ese sabor fuerte en comidas con un dejo leve ahí en el fondo; después de varias experiencias, probar una feta pura del queso perfumado. ¿Existiría el roquefort en una sociedad que únicamente se basa en la respuesta inmediata? Me pregunto cuántos descubrimientos nos estamos perdiendo, de esos que agreden el paladar inocente, las buenas costumbres, todo lo que ya está incorporado al patrimonio de aceptación masiva. Esperemos que no desistan los Van Goghs de la era digital.
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