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Cambiar el mundo punto por punto


El tiempo pasa y las costumbres cambian. Pero no tanto: seguimos intentando alimentarnos, atravesar el espacio, mandar mensajes, convivir con nuestros semejantes… los desafíos no mutaron tanto como las formas de afrontarlos.


Inmersos en ese panorama, camuflados entre la multitud, están los que a empujones van corriendo la vara de la normalidad, despejando territorios inexplorados de conocimiento y elecciones. Los pioneros y conquistadores cuyas vidas despiertan admiración o repulsa, que ocupan un lugar en la memoria colectiva.


Observando sus vidas a la luz de los hechos posteriores, parece tan cristalino el cambio que produjeron, tan unívoco el significado de todos sus actos, que volviendo a tu mundo te da miedo dar cualquier paso por falta de certeza. ¿Y si es el paso que te saca de la línea de la coherencia? Nunca ejercitamos unir los puntos sin llegar a la tranquilizadora forma conocida.


Y lo que hacemos diariamente se parece mucho más a una historia con final abierto, a un dibujo abstracto, a la música concreta, a no ser que impongamos un orden prefijado por la voluntad, lo que genera no pocos debates internos, porque es indudable que la libertad nos llama a cada momento.


¿Cómo hicieron los próceres que inspiran nuestras elecciones para mantener esa admirable impecabilidad en sus trayectorias? Es pura impresión del que mira de afuera, del que hace el análisis de atrás para adelante, ilusión de perspectiva. El descubrimiento de América, la construcción del Taj Mahal, el cruce de los Andes, podrían haber quedado como delirios de un megalómano si no hubieran llegado a buen puerto. Y había sobradas chances de que no lo alcanzaran.


Me miro los pies: no sé exactamente a qué destino me llevan, pero no pongo en duda ni por un instante la elección de seguir pateando.

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